Al ingresar al espacio determinado como “recamaras” surgen en la mente una diversidad de conceptos y limites ante una palabra que puede significar la rigidez de un espacio previamente delimitado o el juego de experiencias a través de una máquina que nos permite comprobar que lo que vemos, sentimos o interpretamos puede ser real, una fotográfica, es la capacidad de congelar en el tiempo a través de un instrumento el instante vivido para compartirlo con registros claros de lo sucedido y no una expresión oral de lo que queremos interpretar a lo vivido en cada instante.
El impacto al entrar a la primera “Recamara” o sala y descubrir desprevenidamente que un artista nos regala en blanco y negro unas frías o rígidas acaso momias o acaso bultos, que resaltan en cada fotografía con una claridad en blanco y negro, nos permita pensar en la habilidad artística para tomar la foto, pero al detenerse a leer lo que el artista quiere transmitir asombra aún más la capacidad de aislar de una escena cotidiana y de gran desorden como un mercado los bultos envueltos, que nada tienen que ver con las rígidas momias que a simple vista de un desprevenido espectador aparecen.
Pero justo al lado, asombran la increíble transformación entre la bella naturaleza y su artística obra de colores y formas entre árboles, ramas y aun flores con el consabido contraste de colores y termina sus ramas con madera finamente esculpida. Un contraste que permita reconocer el armónico enlace entre la obra de la naturaleza, la oferta de materia prima que le hace al artista y la labor de escultor y arquitecto de la madera, permitiendo mantener en el tiempo la belleza.
Sin embargo el alma del artista no se deja aprisionar por los rígidos marcos de la fotografía estática, diseña y crea la forma de transmitir sensaciones de movimiento, crea vientos y cambia paisajes, pero aún más le imprime movimiento a su máquina reproductora y con el manejo de espacio, distancia y contraste de luz, permite con un ingenio asombroso dar movimiento a un ciclista variando el tamaño con su movimiento y utilizando la convergencia de espejos y la proyección de lo quiere transmitir, dejar de nuevo plasmado en el tiempo su vivencia pero significando la necesidad de compartir con el espectador la creación del movimiento.
El hombre es insaciable en sus metas, el artista en lo que quiere capturar y transmitir por eso siente que requiere capturar el espacio tridimensional que le rodea en cada momento , quiere significar la profundidad de una montaña o la dimensión cubica de un cuarto y superpone imágenes y con un lector permite con admiración crear la imagen de la figura tridimensional, logrando ver en varios planos lo que acontece en el cuarto, ver la posición del hombre sentado y cada uno de los detalles que le imprime a una antigua fotografía una sensación de realidad.
Y como un trofeo final, como la máxima creación del artista demostrando toda la sensibilidad en el marco actual de un desplazamiento absurdo e injusto, permite al espectador entrar a un espacio rodeado de color rojo, exacerbando los sentidos y pararse en un suelo rodeado de fotografías de las palmas de las manos, identificando cada uno de las líneas y como si cada persona con la palma de la mano abierta pidiera ayuda y se negara a un olvido y a una indiferencia de las personas que viven el drama del desplazamiento y donde una grabación de sus vivencias y un tono de desesperación y negación ante esa realidad permiten lograr lo que el artista soñó, sensibilizar a sus visitantes de una realidad que está bajo sus pies pidiendo ayuda.
Recamaras es el espacio que permite sentir y viajar a lo que cada artista quiso plasmar.” La cámara fotográfica es la extensión del ojo del artista y por ello se puede pensar en términos de vivencia y no de experiencia detenida para así contemplar elementos como el espacio, la materia, el tiempo y el movimiento”.
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